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Una Semana Santa Inolvidable: Medicina, servicio y el rostro de Dios en los más vulnerables

Actualizado: 9 may

Cada Semana Santa se convierte para muchos en un tiempo de descanso o reflexión, pero para quienes hemos tenido la oportunidad de participar en misiones médicas, se transforma en una experiencia profunda de servicio, entrega y conexión humana. Este año, tuve la bendición de formar parte de estas Misiones Médicas en Barcelona, Quindío, un pequeño corregimiento donde nos prestaron y adecuamos la Casa de la Cultura como centro de atención.


Durante tres días intensos, atendimos a más de 500 personas, muchas de ellas con necesidades médicas urgentes que llevaban tiempo sin ser atendidas. Desde el primer día, el ambiente era especial: Medicos generales, Internistas, Fisiatras, Pediatras Otólogos, Ortopedistas, Odontologos, Psicólogos y voluntarios de muchas otras especialidades y disciplinas, todos con un mismo propósito —compartir el amor de Dios a través de nuestro trabajo—. No había jerarquías, solo corazones dispuestos a servir.



Compartir con las familias fue quizás una de las partes más hermosas. Gente sencilla, hospitalaria, con miradas llenas de gratitud y fe. Atendimos desde niños pequeños hasta adultos mayores. Cada consulta, cada diagnóstico compartido y cada palabra de aliento fue un acto de amor. No era una consulta médica más; era un encuentro profundamente humano.


Y fue precisamente en uno de esos encuentros donde conocí a una mujer de 105 años, lúcida, con una sonrisa serena y una mirada que irradiaba sabiduría. Lo más sorprendente es que llegó sola hasta la Casa de la Cultura, decidida a recibir atención. Durante la consulta le pregunté ¿cuál era su secreto para vivir tanto años?, a lo que respondió con una sonrisa “ser muy tranquila”, una respuesta tan sencilla y sincera que me llegó al corazón como un consejo para mi vida. En ella comprendí, una vez más, el verdadero valor de mi profesión que se puede resumir en servicio en el día a día.

La geriatría me ha enseñado a ver la medicina no como una ciencia fría, sino como un puente para acompañar vidas, especialmente en la etapa donde más se necesita compasión, respeto y dignidad.


paciente de 106 años atendida por médico geriatra
Fotos por: Mario Pelegrinelli - Barcelona, Quindío.

Las misiones médicas no son solo jornadas de atención. Son momentos de gracia, donde Dios se hace presente en los rostros de esperanza de quienes atendemos. Y también en los corazones de los profesionales de salud que, dejando de lado la comodidad, deciden regalar su tiempo y conocimiento por amor a los demás.

Regreso de esta experiencia con el corazón renovado, agradecida con Dios por el regalo de mi vocación de servicio y consciente de que, a través de pequeños gestos, la medicina es también un acto de fe y amor profundo.

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